El clavecín (también llamado clavicémbalo, cémbalo, gravicémbalo, clave o clavicímbalo) es un instrumento musical con teclado y cuerdas pulsadas, como el arpa y la guitarra.

Historia y descripción
Se cree que derivó del salterio griego (psalterion), aunque su invención se da durante el Renacimiento, a mediados del siglo XV y XVI.
Su estructura básica es uno o dos teclados o manuales, en los cuales, al presionar cada tecla, una púa de pluma de ganso, de cuervo o cóndor (llamada plectro), que se encuentra en una pequeña estructura de madera llamada martinete o saltador, eleva la cuerda correspondiente, punzándola. Esto produce un sonido determinado (nota).
El volumen del instrumento no varía, al menos perceptiblemente, según
sus teclas se opriman suave o fuertemente, sólo se consigue un cambio de
volumen agregando registros o acoplándolos. El arte de ornamentar una
línea melódica permite también sugerir efectos dinámicos.

Landowska no se interesó en el sonido de los claves antiguos, sino
que propició la construcción de claves modernos, con estructuras
derivadas de la construcción del piano (como los clavecines Pleyel).
Con los excelentes progresos de restauración y fabricación de copias
de los instrumentos antiguos, desde hace más de cuarenta años ha
resurgido el interés por el clave histórico. La claridad de su timbre y
exquisita riqueza en armónicos lo hacen irremplazable para la ejecución
de música polifónica.
El clave tiene variantes más pequeñas, como la espineta y el virginal, que no deben confundirse con el clavicordio (en inglés clavichord).
El clave en la música académica europea
El clave ha tenido un importante papel en la música académica europea
desde el siglo XVI hasta el XVIII y, después, en el siglo XX, ya sea
como solista, como acompañante o a solo, teniendo su edad dorada en el
Barroco, para después caer en el olvido en el Romanticismo y resurgir
con fuerza en el siglo XX.
Las aportaciones de músicos italianos, como Girolamo Frescobaldi, alemanes, como Johann Jakob Froberger y Johann Sebastian Bach, franceses, cual François Couperin o Jean-Philippe Rameau, y Domenico Scarlatti
que compuso la mayor parte de su obra para teclado en España, creando
una escuela propia entre cuyos seguidores figuran autores como Sebastián de Albero o Antonio Soler, crearon un repertorio clásico para este instrumento durante los siglos XVII y XVIII.
Los comienzos: Medievo y Renacimiento (siglos XIV-XV)
El interés en componer música específica para el instrumento se
remonta a la Edad Media, etapa de la que datan manuscritos anónimos con
obras para teclado solista. El interés por instrumentos cercanos, como
el clavicordio, el virginal o la espineta, irá creciendo hasta el Renacimiento tardío, en que aparecen los primeros grandes compositores en el ámbito de la música de teclado. Los españoles Antonio de Cabezón (1510-1566) y Antonio Valente (1520?-1580?), junto con los virginalistas
ingleses de entre 1560 y 1600, escriben las obras más interesantes de
la música renacentista para este instrumento de cuerda pulsada
mecánicamente. Poco después, la música para tecla de Jan Pieterszoon Sweelinck (1560-1621) emprende la transición hacia el Barroco temprano.
La edad de oro: el Barroco (1600-1750)
El clave goza cada vez de más popularidad y reconocimiento, y tras
las contribuciones de Cabezón y Valente, los virginalistas ingleses y el
holandés Jan Pieterszoon Sweelinck, entre finales del siglo del siglo
XVI y 1630, abrirán una época importante en la música para clave, que
abarca todo el Barroco, desde 1600 hasta 1750, y reunirá un nutridísimo corpus de obras compuestas por músicos de toda Europa.
Pero el instaurador de las formas clásicas para el clave barroco europeo es, sin duda alguna, el italiano Girolamo Frescobaldi (1583-1643), que estableció un repertorio de tocatas, caprichos, fantasías, ricercare (nombre genérico para cualquier pieza contrapuntística) y variaciones o diferencias virtuoso para el clavicémbalo a solo en la primera mitad del seicento.
Siguiendo su estela e influidos por él surgen las escuelas del clavecín
barroco en la segunda mitad de su mismo siglo XVII. Inglaterra (con Henry Purcell), Alemania (con la personalísima música de Johann Jakob Froberger)
o Francia, si bien en el caso francés se mantuvo una tradición propia
en el XVII que, sin embargo, adoptó finalmente la influencia italiana a
fines de ese siglo y en la primera mitad del XVIII.
Un caso excepcional es el de Domenico Scarlatti, que nace en 1685 en el Reino de Nápoles perteneciente por entonces a la Monarquía Hispánica.
Tras sus primeras sonatas italianizantes, adopta un estilo fuertemente
influido por los modos arabizantes y el sentido del ritmo muy marcado de
la música popular española. Todo ello le llevó a crear un variado y
original de sonatas bipartitas para clave que suponen uno de los grandes
monumentos a las posibilidades virtuosas y al desarrollo de la
composición de este instrumento.
Inglaterra
El primer gran compositor de la escuela inglesa es William Byrd (1540-1623), uno de los músicos de teclado más importante de todos los tiempos.
Le suceden John Bull, Giles Farnaby, Peter Philips y Orlando Gibbons. La escuela decae entre 1620 y 1630 y no aparecerá un compositor notable hasta la Restauración inglesa de 1660, en que descuella uno de los más importantes músicos del siglo XVII: Henry Purcell
(1658-1695), ya plenamente barroco. Purcell compone, fundamentalmente
para virginal, 62 piezas variadas de tipo italiano y francés, que
incluyen fantasías, tocatas y diversas piezas de suites.
Entrado el siglo XVIII, destaca la obra de William Croft, quien inaugura la última etapa del clave barroco inglés.
Entre 1712 y 1759, la música para teclado en Inglaterra alcanza su techo y comienza su ocaso tras la obra de Händel,
alemán de origen pero que compondrá mucha de su música en las islas
británicas. Sin embargo, su obra es ecléctica y no puede adscribirse de
modo característico a la producción de la escuela para tecla inglesa.
Händel es estricto contemporáneo de Bach y Domenico Scarlatti —curiosamente los tres nacen el mismo año— y bastante cercano en el tiempo a la trayectoria de François Couperin y Jean Phillippe Rameau.
Su obra, por tanto, recibe el influjo tanto germánico como italiano y
francés. Las más conocidas de sus composiciones para clave son las
colecciones de grandes suites (HWV 426-433 y HWV 434-438) y las seis fugas (HWV 605-610).
Francia
En Francia, junto con Alemania, el clave alcanza gran prestigio y
difusión. Entre 1610 y 1789 hay una importante escuela francesa del
instrumento, ligada a la escuela del órgano francés. Jacques Champion de Chambonnières
(1601-1672) es su fundador y primer gran compositor. A partir de
Chambonnières, la música de clave en Francia gana muchos adeptos y
desplaza al laúd como instrumento favorito para componer a solo. Louis Couperin es, junto con su fundador Chambonnères, el más destacado compositor francés de la primera mitad del siglo XVII.
En la segunda mitad del siglo XVII tomarán su relevo Jean-Henri d'Anglebert (1626-1691), Jean-Nicolas Geoffroy (1633-1694) y Nicolas Lebègue
(1632-1702), quienes llevaron la música barroca de clave francesa a un
alto grado de refinamiento. La forma compositiva predominante en Francia
fue la suite para teclado, que reunía una serie de piezas básicas (alemanda, courante, zarabanda y giga),
cuyo origen estuvo en danzas variadas de ritmos binarios (alemanda) o
ternarios (zarabanda) que alternan tiempos vivos y pausados.

François Couperin compuso sus cuatro libros de suites entre 1713 y 1731. Se caracterizan por prestar una atención especial a la ornamentación. En tanto, la obra de Jean-Philippe Rameau presenta aspectos más variados. Sus tres libros de suites aparecieron en 1706, 1724 y 1728. Después de esta fecha, sólo compuso para el clavecín solista una pieza aislada, La Dauphine
(1747). Alterna en ellos piezas en la más pura tradición de la suite
francesa con piezas imitativas, como «Le Rappel des Oiseaux» o «La
Poule», y de descripción emotiva, cual son «Les tendres Plaintes» o
«L'entretien des Muses». Muchas de ellas ofrecen un virtuosismo a la
italiana. La invención y los efectos sorprendentes son en ellas
notables, como se puede observar en «Les Tourbillons» y «Les trois
Mains». En otras se aplican sus innovadores teorías musicales, como
sucede en «L'Enharmonique» y «Les Cyclopes».
Alemania
En esta época, la música para clave alcanza en Alemania (al igual que
en Francia) su máxima expresión, aunque, a diferencia de lo que sucede
para la música de clave gala, no llega a considerarse una escuela,
aunque sí se postula para el órgano.
Johann Kuhnau (1661-1722) es el más sobresaliente de los compositores del clave en Alemania entre 1670 y 1720. Sus Sonatas bíblicas
(1700) suponen uno de los primeros ejemplos de música programática.
Junto a Kuhnau, y ya adentrándose con la generación de Bach y Telemann,
se halla Georg Böhm (1661-1733), contemporáneo de François Couperin.
En la primera mitad del siglo XVIII, la música nacional, y de todo el
periodo, alcanza sus máximas cotas, y la obra capital de Johann
Sebastian Bach (1685-1750) establece un antes y un después en la música
de este instrumento. Sus obras son trascedentes en importancia,
repercusión y extrema calidad, como El clave bien temperado, las Suites inglesas, las Suites francesas, las Partitas, BWV 825-830 y las Variaciones Goldberg, entre otras. Otros célebres compositores germánicos de la primera mitad del siglo XVIII en el ámbito clavecinístico son Johann Mattheson, Christoph Graupner y Georg Philipp Telemann (1681-1767). La siguiente generación alumbra la obra de los hijos de Bach, Wilhelm Friedemann Bach (1710-1784) y Carl Philipp Emanuel Bach, que emprenden la transición del clave barroco al galante en Alemania.
Italia
En Italia, la música para clave sufre altibajos, como en el caso de Inglaterra.

Tras Frescobaldi, el clave en Italia tiene en Bernardo Pasquini
(1637-1710) el compositor que más sobresale hasta Domenico Scarlatti,
aunque su obra no llega a lograr la maestría y originalidad su
antecesor.
En la primera mitad del siglo XVIII, entre 1700 y 1720 aparece un
compositor cuya obra igualará (si no supera) el alto nivel de
Frescobaldi. Se trata del compositor napolitano,
que posteriormente asimilará la influencia de la música popular
española, enriqueciendo ampliamente el registro compositivo del
clavicémbalo, Domenico Scarlatti
(1685-1757). En 1721, con su marcha a la Península Ibérica como maestro
de clave de la infanta de Portugal (y futura reina de España) María Bárbara de Braganza, Italia ya no conocerá más compositores notables durante el resto del periodo barroco.
Países Bajos
Entre finales del siglo XVI y principios del XVII, el compositor Jan Pieterszoon Sweelinck
(1562-1621) es el más destacable del clave holandés, haciendo la
transición del renacimiento al barroco en su país.Junto con Frescobaldi,
los mejores compositores de teclado. Después de 1621, no hay más
compositores que se destaquen en el ámbito del clave.
España y Portugal
La música para clave en la Península Ibérica tiene un hito importante en la llegada de Domenico Scarlatti, compositor y clavecinista napolitano, a la corte lisboeta de la princesa portuguesa Bárbara de Braganza como maestro de música y teclado en 1721. Cinco años más tarde, tras el matrimonio de su alumna con el futuro rey de España Fernando VI,
se traslada a Sevilla, donde escuchó los aires populares andaluces que
tanto influyeron en su música, y posteriormente a la corte de Madrid, donde murió en 1757.

Así, se pueden observar concomitancias en la figura principal del clave lusitano del siglo XVIII, Carlos Seixas, nacido en Coímbra y organista de la Catedral de Lisboa.
Poco más tarde fue ascendido a vicemaestre de la Capilla Real, cuyo
titular era Doménico Scarlatti, y a cuyo contacto se debe la influencia
del clavecinista italo-español.
Al lado de Scarlatti en la corte española trabajó el maestro de clave de Fernando VI, Sebastián de Albero.
Se trata de un clavecinista vigoroso y vanguardista que, sin embargo,
dejó poca obra debido en parte a que no fue publicada o conservada y a
su pronta muerte a los treinta y cuatro años.
La segunda mitad del siglo dieciocho está ocupada por la imponente figura del Padre Soler. Nacido en Olot, pronto obtuvo el cargo de organista y director del coro del monasterio de San Lorenzo de El Escorial, donde entabló contacto con Scarlatti y otros clavecinistas españoles como José de Nebra.
Su música, que ya preludia el clasicismo, se diversificó en conjuntos
instrumentales y corales, con obras sacras y profanas en las que mostro
una prolífica maestría.
La decadencia y el olvido: el clasicismo y el siglo XIX (1750-1912)
En la segunda mitad del siglo XVIII, después de la muerte de Rameau,
Bach, Händel y Scarlatti entre 1750 y 1764, la música destinada al clave
sufre una rápida decadencia pues los compositores están cada vez más
interesados con el nuevo pianoforte.
Fascinados con las posibilidades del nuevo instrumento, el clave será
totalmente remplazado entre 1775 y 1790 por primitivo piano, aunque en
este periodo, y durante algunas décadas, la música compuesta para el
pianoforte también era interpretada en el clave, o a la inversa,
indistintamente.

Otros compositores del clave clásico, son los ingleses Thomas Augustine Arne (1710-1778), William Boyce (1711-1779) y el español Antonio Soler
(1728-1783). La escuela francesa del clave, que tuvo su apogeo con
Rameau y Couperin entre 1706 y 1748 declinará hasta su desaparición tras
la Revolución francesa a partir de 1789 y la imposición del nuevo estilo romántico y el piano.
Mozart y Haydn,
que aunque en sus primeros años destinaban sus obras al clave y al
pianoforte sin distinción alguna adoptaron en su etapa de madurez el
nuevo instrumento.
A partir de 1790, los compositores dejan totalmente de componer para
el antiguo clave, cayendo en desuso hasta el siglo XX. El renacimiento
del instrumento se produce gracias a la figura de la clavecinista Wanda Landowska, que recupera el interés por el clavicémbalo en la música contemporánea.
El resurgir: primera mitad siglo XX (1912-1950)
En los inicios del siglo XX, a partir de la decisiva labor de la clavecinista Wanda Landowska,
el clave vuelve a ser protagonista en el interés de los compositores,
después de una largo tiempo olvidado y eclipsado por el piano desde
finales del siglo XVIII.
A partir de 1912, con la primera interpretación en público del
instrumento por parte de Landowska, los compositores prestan la atención
al redescubierto instrumento, que les atrae su sonido metálico, antiguo
y exótico. La célebre intérprete, aparte de impulsar la interpretación
en el clave, también reaviva el interés de componer música encargando
nuevas obras específicas a los grandes compositores del momento.
A partir de los encargos, el clave rápidamente se vuelve a nutrir de muchas obras, empezando en 1923 con el Retablo de Maese Pedro de Manuel de Falla (1876-1946), el primer gran compositor destacado de música para clave del siglo XX después de C. P. E. Bach.
Más tarde, en 1928, Francis Poulenc compone el Concierto campestre para clave, luego Falla compone el Concierto para clave
compuesto el mismo año, el clave ya ha despertado el interés entre los
compositores, que crearán música para el instrumento durante el resto
del siglo, llegando hasta nuestros días.
Los compositores que más sobresalen en la primera mitad del siglo XX son los antes mencionados Manuel de Falla y Francis Poulenc (1899-1963).
Entre sus contemporáneos se encuentran Bohuslav Martinů (1890-1959) y Frank Martin (1890-1974).
La actualidad (1950-...)
De la segunda mitad del siglo XX en adelante, el clave se encuentra
totalmente instaurado en la música académica europea, la música
clavecinística goza de buena salud y muchos compositores componen para
el instrumento ya sea como solista, a solo o en formaciones de cámara.
En estos años, además la música para clave traspasa el ámbito de la
música académica, y se expande por diferentes estilos musicales
relacionados con la música académica: la música de cine, la música de
anime, y la música de videojuegos. Incluso el clave esta presente en
géneros como el flamenco, tango, pop, rock y J pop, que son totalmente
ajenos al ámbito musical tradicional del clave, acentuando la relevante
importancia en el panorama musical actual.[cita requerida]
Entre los compositores destacables en el ámbito clavecinístico de la música académica, se podría citar a Krzysztof Penderecki, Viktor Kalabis, Jiří Válek, Alfred Schnittke, Henryk Górecki, Jacques Valmond, Philip Glass, Roberto Carnevale, Elliott Carter, Vladimír Godár, Vittorio Rieti, Jean Courtioux, György Ligeti, Daniel Pinkham, Pēteris Vasks, Henri Dutilleux, Goffredo Petrassi, Jacques Valmond, Jiří Válek, Jiri Gemrot, Lubor Barta, Milan Slavicky, Jiri Teml, Petr Eben, Dmitri Shostakovich, Alain Louvier y el clavecinista Hendrik Bouman.
La fabricación de clavecines es artesanal e artística. En Francia, David Boinnard ha desarrollado una larga pericia en la concepción de instrumentos medievales como los clavicembalos o los clavicytheriums.
Las formas y géneros musicales
El clave, desde el siglo XV hasta el XVIII, y el XX hasta nuestros
días, prácticamente ha abarcado los géneros vocales e instrumentales, en
multitud de combinaciones y sin acompañamiento alguno. Son muchas las
formas musicales en que el clave ha participado, siendo omnipresente e
imprescindible en los siglos XVII y XVIII, en prácticamente toda la
música, por su uso como bajo continuo.
Formas específicas, y de gran importancia para el clave solista, se encuentran en las fantasías, fugas, sonatas, caprichos, las suites, los preludios, las variaciones, las oberturas y las tocatas, formas habituales en el barroco.
Frescobaldi es el gran maestro de estas formas (excluyendo la suite),
que desarrolla hacia 1650 e influye notablemente en las generaciones
posteriores. Es el punto de partida de Bach, Couperin, Rameau y
Scarlatti. Su obra Fiori musicale contiene ejemplos cimeros de las formas antedichas.
Pachelbel, y Kuhnau también contribuyeron a la variación y la sonata
respectivamente, en la segunda mitad del siglo XVII, donde son muy
importantes las sonatas bíblicas, y las variaciones Hexacordum epalinis.
Bach es una figura capital en el desarrollo estas formas en el clave. Los preludios y fugas tienen un hito en los libros I y II del Clave bien temperado (BWV 846-893). La variación con las famosas Variaciones Goldberg (BWV 988). La fantasía con su Fantasía cromática (BWV 903). Las suites inglesas, francesas y partitas, en su obra BWV 812-830. La obertura un ejemplo destacado en la Obertura francesa (BWV 831).
François Couperin y Rameau se aplicaron a la evolución de la suite
francesa para teclado, a la que dedicaron los esfuerzos de siete obras
publicadas entre 1706 y 1730. Junto con las BWV 812-830 de Bach,
componen el repertorio clásico de la suite barroca europea para tecla.
Händel
es el otro gran maestro en la forma de la variación, junto con Bach,
con las variaciones Blacksmith, compuestas hacia 1720. Igualmente, sus
ocho grandes suites para clave, compuestas en 1720, es otro ejemplo del nivel alcanzado en esa forma musical.
En el siglo XX Shostakovich rinde homenaje a estas formas para clave, y a Bach y su Clave bien temperado, con sus 48 preludios y fugas, aunque no están escritas para clave, sino al piano.
Obras destacadas
Barroco
- Fiori musicali (1635) de Girolamo Frescobaldi
- Hexacordum Apollinis (1699) de Johann Pachebel
- Sonatas bíblicas (1700) de Johann Kuhnau
- 555 sonatas (1705-1757) de Domenico Scarlatti
- Pasacalle (1706) de George Frideric Handel
- 3 libros de suites (1706, 1724, 1728) de Jean-Philippe Rameau
- 4 libros de órdenes (1713-1730) de François Couperin
- Conciertos BWV 972-987 (1714-1716) de Johann Sebastian Bach
- Concierto de Brandenburgo, n.° 5, BWV 1050 (1719) de Bach
- 8 grandes suites (1720) de Haendel
- Suites inglesas y francesas, partitas BWV 806-811, 825-830 (1720-1731) de Johann Sebastian Bach
- El clave bien temperado BWV 846-893 (1722, 1744) de Johann Sebastian Bach
- Conciertos para clave BWV 1052-1065 (1735) de Johann Sebastian Bach
- Variaciones Goldberg BWV 988 (1741) de Johann Sebastian Bach
- Piezas para clave en concierto (1741) de Jean-Philippe Rameau
- Fandango del padre Antonio Soler
Clasicismo
- Seis sonatas prusianas (1742), de Carl Philipp Emanuel Bach
- Concierto para clave y pianoforte (1788) de Carl Philipp Emanuel Bach
Moderna
- Concierto para clave y cinco instrumentos (1926) de Manuel de Falla.
- Concierto campestre (1928) de Francis Poulenc
- Petite Symphonie Concertante 1944-1945 de Frank Martin
Contemporánea
- Doble concierto para piano y clave(1959-1961) de Elliott Carter
- Continuum (1968) de György Lígeti
- Chiffres de clavecin (1968) de Maurice Ohana
- Concerto Grosso No. 1(1977) de Alfred Schnittke
- Passacaglia ungherese (1978) de György Lígeti
- Hungarian Rock (Chaconne) (1978) de György Lígeti
- Concierto para clavecín y orquesta de cámara Op. 40 (1980) de Henryk Górecki
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